Trabajar con los sueños como cultivo del descenso

MiguelAngelMata300x300

(Psicodelia en dosis homeopática).

Ahondar en el significado de los sueños es parte importante del proceso analítico. En algún sentido pudiéramos decir que la psicoterapia es un entrenamiento en tal práctica. El paciente o analizante, acude a la consulta generalmente en momentos de crisis en los que está dispuesto a cuestionarse a sí mismo, a revisar los supuestos básicos en los que se apoyan sus acciones. Creencias, valores, certezas, comienzan a ser revisadas para encontrar una salida.

Atrapado en patrones que lo impulsan a la repetición y al sufrimiento, se entrega al diálogo con el terapeuta en donde aspira a ganar una mirada distinta, una nueva perspectiva que no había considerado. Hay en la base una inquietud de sí. El terapeuta lo acompaña a mirar el abismo de eso desconocido, justamente lo que lo mantiene en el síntoma. Aquí tiene sentido poner atención al contenido de sus sueños.

En el marco de la terapia, los sueños pueden ser herramientas que permiten a paciente y analista conducir un diálogo en torno a los complejos del paciente, pero no con una mirada estigmatizante, directiva por parte del psicoterapeuta, sino desde una perspectiva simbólica, imaginal. Una vez que los sueños aparecen plenos de sentido, el paciente comienza a salir de la estrechez de su propio ego y está en disposición de dialogar con otros aspectos de su ser. Comienza a ocurrir un proceso de expansión de la consciencia basado en el autoconocimiento.

El desarrollo del trabajo interno con los sueños, ha desbordado el ámbito puramente asistencial o terapéutico, convirtiéndose cada vez más en una forma de autoconocimiento que puede servir a todos aquellos que sientan inquietud acerca de sí mismos, independientemente de si están o no en terapia.

El sueño como experiencia íntima sirve como puerta de entrada a un universo infinito de significados que trascienden el ámbito del angosto marco del encierro de nuestros egos modernos. Más que interpretar los sueños, la propuesta se orienta a incorporar la dimensión del mundo onírico a nuestras vidas. Es una psicodelia natural y sin riesgos, a disposición de todo aquel que tenga la curiosidad y el valor de afrontar su propio inframundo.

Psicodelia es la adaptación al español del inglés psychedelia, un neologismo formado a partir de las palabras griegas ψυχή, «alma», y δηλόω, «manifestar». La palabra psicodélico fue inventada por el psicólogo británico Humphry Osmond y significa «que manifiesta el alma». Con el uso de psilocibina, LSD, peyote o ayahuasa, se logra un efecto de apertura radical de la psique que nos pone de cara a las manifestaciones tanto del inconsciente personal como colectivo. No todas las personas están en condiciones o están dispuestas a una experiencia tan extrema para poder conectarse con esa dimensión de su propio ser, pero definitivamente todos soñamos y en esencia todos tenemos el potencial de conectarnos con esa manifestación natural de la psique que es el sueño.

Las experiencias psicodélicas están plagadas de estados de conmoción, extrañeza y disolución del ego que desde la neurociencia han determinado que tiene que ver con lo que llaman la red por defecto, ese lugar del cerebro que construye relatos de nosotros mismos, que está todo el tiempo encendido y que limita la conexión con otras redes del cerebro. Las llamadas sustancias psicodélicas de alguna manera “apagan” la red por defecto, bajando su intensidad al mínimo, permitiendo que experimentemos el mundo externo e interno desde otro lugar.

Suele ser una experiencia renovadora y terapéutica, pero no exenta de algunos riesgos. Definitivamente no es para todo el mundo. Los sueños por su parte son una manifestación cotidiana de esa inteligencia que no depende de nosotros pero que nos habita y que está a disposición de todos. Cuando dormimos, muchas de las defensas del yo pierden intensidad y permiten la manifestación de esas otras partes del psiquismo, producto de las conexiones de redes neuronales distintas a la red por defecto. Aparecen entonces escenas cuyos guiones no se nos hubiesen ocurrido estando despiertos. Las conclusiones a las que llegamos cuando indagamos en su significado, tampoco se nos hubiesen ocurrido siguiendo sólo el derrotero del pensamiento discursivo.  

Establecer una práctica cotidiana basada en el cultivo del descenso, permite esa misma renovación de forma dosificada y consciente. Hay una psicodelia en dosis homeopática que ocurre cada noche. Si cultivamos esta práctica en donde la escritura terapéutica, la visualización, la ensoñación dirigida, la meditación, el pensamiento asociativo, la amplificación y la imaginación activa se ponen al servicio de dichas manifestaciones espontáneas, podemos obtener beneficios muy similares a los que son producto del uso de sustancias.

La toma de ayahuasca o psilocibina, no pueden constituirse en una práctica, son más bien una experiencia, que muchas veces se reduce a una o dos veces en toda la vida. Sin embargo, el cultivo del descenso es una disciplina, una práctica cotidiana que nos mantiene conectados con el cosmos, con la naturaleza y con nosotros mismos. El arte de dirigir la atención a nuestro mundo onírico inicia al sujeto en un estilo de vida implicado en el fluir de su propio ser, en un diálogo fluido con el mundo, con los otros y con la mismidad en un sentido mucho más vasto al del yo.

Se trata de una disciplina, una práctica, pues el soñar por sí sólo no tiene el efecto renovador y transformador que refiero. El sueño hay que integrarlo, contemplarlo y contemplarnos desde él. Esto supone detenerse, ralentizar el andar por un momento. Es propicio aprender a entrar en estados contemplativos desde donde podamos recuperar la capacidad de asombro. Es muy útil también la conformación de una comunidad de apoyo. El trabajo en grupos favorece la práctica individual, ayuda en el andar fuera de sí que propone el sueño.

En este sentido es igual que cualquier experiencia psicodélica con sustancias. El viaje puede ser muy intenso, pero si el sujeto no integra la experiencia, fue sólo eso, un viaje, un conjunto de sensaciones que pueden no ejercer algún efecto sobre la vida de la persona. De allí que en los diversos tratamientos que se están realizando de forma experimental con psicodélicos, los especialistas entienden que no se trata de un fármaco convencional, sino de una sustancia que produce una experiencia que puede ser aprovechada terapéuticamente o no.

El sueño es también una experiencia que nos saca de lo cotidiano, que produce arrobamiento místico en muchos casos al ponernos en contacto con lo numinoso, lo que está más allá de lo fenoménico, eso que Castaneda denominó, La otra realidad al referirse a las experiencias chamánicas de Don Juan. Pero como las experiencias con sustancias; requieren de la integración consciente y voluntaria. El seminario de sueños es ese espacio en el que podemos entrenarnos en el cultivo del descenso de manera segura, consciente y acompañada, activando en nosotros el terapeuta interno. Es un espacio de formación orientado a la expansión de la consciencia.