(Hacia una hermenéutica de la imaginería del Tao)
Introducción:
Propongo una mirada desde la psicología analítica al Tai Chi Chuan como imagen. Una indagación del significado esencial de su práctica en el marco de las artes contemplativas orientales, analizando lo que puede ser el efecto compensador de su popularidad en nuestra cultura. Para ello me paseo por algunas disciplinas meditativas popularizadas en Occidente y finalmente exploro de que forma el taoísmo se ve expresado en el Tai Chi Chuan, al representar por medio del gesto poético, un tejido de imágenes arquetipales de los valores taoístas.
Meditación, ¿Ciencia contemplativa?:
Mircea Eliade1 relata la forma como lo místico se impone sobre lo teológico en la cultura hindú. Se construye la base de una espiritualidad en donde la experiencia de lo sagrado adquiere un valor fundamental, a tal punto que su cultivo termina confluyendo con la más elaborada especulación teológica. A diferencia de la cultura cristiana en donde los místicos son en principio perseguidos, en la hindú termina siendo un camino, una vía de liberación que no depende solo de la voluntad de Dios sobre el santo, es decir, el conocimiento o saber de lo sagrado no depende únicamente de la revelación, sino de la iluminación, un proceso que está en manos del sujeto, a la que accede por disciplina en el cuidado de sí.
La diferencia es que la primera depende de la deidad casi en su totalidad, pues alguien puede llevar una vida ajustada a las prácticas cristianas, con observancia total de su moralidad, lo que sin duda llevará a un mejoramiento del sujeto como tal, pero no supone necesariamente experimentar lo sagrado. Mientras que, en la ciencia contemplativa del yoga, los ejercicios psicofísicos desarrollados durante siglos están orientados a la vivencia en el propio cuerpo, del espíritu. La oposición espíritu – materia propia del platonismo que hereda el cristianismo, es contraria en el Yoga y superada definitivamente en la iluminación.
Diversos tipos de yoga atienden diferentes dimensiones de la existencia. Desde la corporal a la más espiritual. Según Eliade (ibídem), el mismo budismo es una profundización psicológica del yoga. Es una evolución que lleva a niveles de comprensión de la mente y la realidad, desde la experiencia contemplativa. Se puede hablar desde aquí de un saber o ciencia contemplativa.
Desdeñada por Freud, como anhelo de regresión al útero, tal como afirma Martínez (2014)2, la disolución del ego en el vacío en las diferentes prácticas de meditación orientales es vista dentro de las culturas contemplativas, como la superación de la dualidad, del samsara, del mundo ilusorio de los contrarios. Siguiendo la línea de Freud, pero con mayor consideración por el logro de las culturas contemplativas, Fromm3 propone ver la meditación budista en comparación con el método de asociación de ideas, como una forma de exploración de la mente, que permite la emergencia de lo inconsciente, su comprensión y su incorporación en lo que el budismo Zen denomina el Satori.
Para Jung, dichas prácticas propician un estado de integración similar al experimentado en procesos de análisis en los que ocurre un desplazamiento del ego al si – mismo como nuevo centro de la personalidad en el proceso de individuación. De esta forma el ego no desaparece, sino que se relativiza quedando debilitadas sus defensas ante una personalidad más propensa a ver la realidad tal cual es y no tanto desde el drama interno del teatro de sus propios complejos. Algo parecido al Satori o nirvana, una visión des – condicionada.
Alan Watts4, para hacerlas inteligibles a la mentalidad occidental y comprenderlas en su esencia, propone estudiar el yoga, el budismo y el taoísmo como formas de liberación más parecidas a la psicoterapia que a la filosofía y a la religión occidentales. Esta sugerente comparación abre una perspectiva. El carácter teológico y devocional del espíritu religioso occidental, nos aleja de una comprensión de tales sistemas, igualmente el talante especulativo de la filosofía occidental. Esto no quiere decir que no exista algo de religioso y filosófico en un sentido más amplio en estas prácticas. Lo religioso si lo tomamos en el sentido etimológico de religare, está muy presente, mientras que lo filosófico subyace en lo esencial de comprender la vida y vivirla de la mejor manera, con base en la inquietud de sí.
¿Pero por qué la comparación con la psicoterapia? Porque estas tres vías de liberación orientales (Yoga, budismo y taoísmo) surgen como movimientos contra culturales. En su época el Yoga se opuso a la corriente predominantemente teológica del hinduismo, hasta triunfar como diría Eliade (Ibídem). Por su parte, el budismo surge como reacción al hinduismo devocional y al sistema de castas de la India, mientras que el taoísmo es una reacción a la rigidez y al exceso de control sobre lo humano y lo diverso de sus expresiones en la China antigua. En todas se sientan las bases de una ética pues su acento en el individuo como meta, permiten un rescate de la subjetividad, parecido al que pretenden las diversas escuelas psicoterapéuticas en la contemporaneidad. Se puede decir que la práctica de la psicoterapia es en sí misma un movimiento contra cultural en tanto y en cuanto pretende rescatar al individuo de la masificación, esto es, la disolución del sujeto en el Mercado o el Estado (así como en principio lo rescata de los tratamientos meramente biológicos de la psiquiatría determinista de finales del S. XIX).
Lo que estos tres caminos tienen en común es la implementación de un conjunto de prácticas psicofísicas probablemente producto de la evolución del chamanismo más arcaico (Eliade, M. 2001)5 que propician ciertos estados introspectivos que parten de la conciencia corporal y el control de la respiración. La experimentación de la relatividad del ego o incluso su disolución en el vacío, son rasgos comunes en las tres.
Aunque Jung alertó en contra de la asunción irreflexiva de formas de vida orientales por parte del perdido y desorientado hombre occidental, huérfano de espíritu y alma en un mundo secularizado, hoy en día, hay una marcada proliferación de sectas que promueven prácticas orientales de meditación y devoción, en países desarrollados de occidente. Las consecuencias nefastas no se han tardado en aparecer. Masas de ricos, cultos e irreflexivos hombres occidentales, han sido víctimas de gurús inescrupulosos que, tras la prédica de la disolución del ego como doctrina, no solo despojan a sus acólitos de su yo sino también de sus billeteras (Véase Wild Wild country, de Netflix)6.
Pero también ha habido un gran aporte a Occidente. Jung7 no duda en reconocerlo, en el estudio del budismo y el taoísmo en su comprensión de la psique humana. Mas recientemente, se registra un movimiento en pro de la salud y de comprensión del cuerpo, la mente y su relación, gracias al acercamiento entre Oriente y Occidente. El Mind and life institute es una muestra de esto. Los estudios del cerebro en diferentes estados meditativos han permitido entender ciertos aspectos de los mecanismos de la mente, así como desarrollar ciertas aproximaciones terapéuticas que sirven de alivio al titanismo que padecemos en nuestras sociedades.
Las diferentes formas de meditación buscan serenar la mente, revertir la tendencia a sobre pensar por la mayor parte de los sujetos contemporáneos, sometidos a un bombardeo sensorial e informativo infinito, probablemente inmanejable para la psique, a una velocidad superior a la de nuestros procesos mentales humanos. Sin hablar de las angustias relacionadas al logro, las metas, los tiempos y las expectativas.
Tanto el Yoga como el budismo, parten de una forma de aquietamiento fundamentado en la inmovilidad. Ir llegando al apaciguamiento de la mente inmovilizando al cuerpo y concentrándose en un objeto de meditación, generalmente la respiración u otro procedimiento relacionado con esta, se constituye en la base de tales estados. Los programas llevados a cabo por el Dr. Jon Kabat Zinn registran un importante éxito en el tratamiento del stress (Ver la evolución del movimiento mindfulness). También los aportes de Claudio Naranjo sugieren una revisión completa de la psicoterapia, su sentido y su práctica, desde la experiencia de los diversos tipos de meditación[1].
Meditación vs. Medicación:
Desde la medicina se hace cada vez más hincapié en el efecto del stress sobre la salud total del organismo. Incluso se puede hablar de una predisposición a enfermar relacionada con estados de stress sostenido. Programas de entrenamiento en el control del stress en servicios de salud, basados en la atención plena practicada en el yoga y la meditación budista, han comprobado su eficacia, no solo en el mejoramiento de los síntomas de los pacientes sino en la implementación de un estilo de vida más pleno y sereno.
¿Pero cómo funcionan los diferentes sistemas de meditación y qué compensan?
La mente no se detiene a voluntad, los pensamientos vienen y van a discreción y nosotros quedamos a merced de los estados emocionales que producen. Una de las más importantes consecuencias de este indiscriminado movimiento de la mente, es que nos saca del momento presente. En el caso de la mentalidad que subyace a nuestra cultura, su lugar preferido es el futuro.
Pudiésemos decir que la forma de vida moderna es el producto de una permanente ilusión del logro de un mundo mejor en el futuro, de allí nociones como las de progreso, desarrollo y evolución. El género literario de las utopías en los siglos XV y XVI inaugura esa vocación del moderno por el futuro y marca el rumbo de lo que será la mentalidad moderna. Veamos etimológicamente que significa utopía… U = no, topos = lugar, de forma que se trata de un no lugar. De allí que el moderno vive permanentemente en un no lugar, divorciado de su momento presente. Siempre estamos en el futuro; Lugar preferido del tiempo para la mente moderna. Pero como el futuro no existe, entonces el principal sentimiento que invade a quienes culturalmente sintonizamos con ese no lugar, es la ansiedad porque sencillamente no sabemos cómo se presentará y nunca lo sabremos porque cuando llegue ese momento, la mente estará otra vez en el futuro. Es lo que llamó Vattimo8 al hablar del padecimiento moderno, un divorcio entre plenitud y momento presente. La plenitud siempre la lanzamos hacia el futuro, de allí esa ansiedad que nos caracteriza. Igualmente, así como estar permanentemente en el futuro produce ansiedad, el estar por igual en el pasado, produce nostalgia… El principal mito de occidente según Eliade9; la historia, da base a uno de los complejos culturales de nuestras sociedades, el progreso. La promesa de ese futuro mejor, anima nuestras acciones y les da sentido, alimentando el espíritu prometeico que nos caracteriza, con su principal rasgo vital, la velocidad, tan denunciada por Pedraza.
De esta forma, las distintas artes meditativas se han orientado a zurcir plenitud y momento presente. Para ello, el genio espiritual de oriente ha generado técnicas que buscan un estado en el que la mente, el cuerpo y el espíritu se fusionen y se vivan como una integralidad, que se logre experimentar la plenitud y por ello la confluencia con la naturaleza toda, con el cosmos, eliminando la sensación de separatividad (Erich Fromm) entre yo y el mundo y entre yo y los otros que produce tanta angustia y soledad.
De allí surgen las múltiples técnicas de meditación que buscan aquietar la mente. Casi todas tienen como elemento fundamental la respiración, puesto que ésta es la función neurovegetativa más importante y también la única sobre la que podemos ejercer algún control, además de estar asociada directamente con los diversos estados emocionales. Algunas técnicas se orientan a ritmificar la respiración, otras solo a observarla sin influir en ella, aceptándola tal como es, mientras que otras… sencillamente buscan solo hacerla más lenta y profunda para lograr la serenidad.
Entre las técnicas meditativas encontramos la recitación de mantras, práctica presente en el hinduismo y heredada por el budismo, en donde el meditador recita un conjunto de oraciones que enuncian grandes verdades universales, generalmente en sánscrito u otro idioma antiguo. Esta recitación está caracterizada porque es a la vez oración y ejercicio de respiración. Se toma aire y se recita el mantra una y otra vez hasta lograr un estado de serenidad y de fusión con esas verdades que se recitan. Tal es el origen del rosario católico. Lo que se busca es acallar la mente que vive perdida en cadenas de pensamientos que la agitan, generando interminables discursos sobre el yo, que terminan siendo confundidos con la realidad. La repetición continua de lo mismo una y otra vez da cuenta de la circularidad del tiempo, de lo cíclico de la naturaleza y rompe el discurso lineal de la mente racional, sentando las bases para la posibilidad de conectarnos con lo sagrado que definitivamente trasciende lo racional.
Hasta ahora hemos mencionado algunas formas meditativas del yoga y el budismo, así como estas se han hecho presentes en una terapéutica que no solo alivia los síntomas del stress, sino que compensan la forma de vida planteada por todo un modelo civilizacional. Ahora vale la pena explorar la propuesta taoísta y su aporte al conjunto de las artes meditativas. Así como la meditación de la atención plena basada en la visión yoguica y budista han calado dentro de los sistemas de salud, tenemos que el taoísmo se cuela al interior del aparato científico occidental por la vía de la salud aun de forma más profunda. La medicina tradicional china con su visión alquímica, ocupa ya un lugar en el repertorio terapéutico occidental. Pero no siempre fue bien recibida en hospitales y universidades. A principios del siglo XX ésta era considerada brujería. Un conjunto de procedimientos basados más en la magia, pues sus principios no eran comprobables con el aparataje conceptual y tecnológico de la ciencia occidental de entonces. Hoy en día, la OMS, fundamentalmente por el acopio de evidencia que comprueba su eficacia y en segundo lugar por los estudios con nuevas tecnologías, del fenómeno de la energía, la considera una terapéutica válida. Sin embargo, sus principios, enmarcados en una antigua cosmovisión taoísta, permanecen ocultos a la racionalidad del médico formado en la academia.
Pero ya desde la psicoterapia eran considerados los aportes de esta cosmovisión. Con respecto al taoísmo afirma Jung10:
“Sé que nuestro inconsciente se halla pleno de simbolismo oriental. El espíritu del Este está realmente ante portas. En consecuencia, me parece que la realización del sentido, la búsqueda del Tao, se ha hecho ya entre nosotros un fenómeno colectivo, en una medida mucho mayor de lo que en general se piensa. Considero, por ejemplo, el hecho de que se haya solicitado a Wilhelm y al indólogo Hauer un informe sobre yoga para el congreso de psicoterapeutas alemanes de este año, como un signo de los tiempos extremadamente significativo”.
La traducción del vocablo Tao ha suscitado discusión entre filólogos occidentales. Para algunos… camino o vía. Los jesuitas (Elorduy, 1991)11, lo traducen sin más, como Dios. Wilhelm12 traduce el vocablo Tao por sentido, traducción que suscribe Jung (Ibídem) y la más afín a la concepción de su psicoterapia que puede ser considerada como una manera de restitución del sentido individual. Esto es, del Tao.
En el marco del interés contemporáneo por las formas de meditación orientales, basadas en la atención plena y una posible resemantización de los principios y fundamentos de la medicina, gracias a la incorporación de la acupuntura en servicios de salud occidentales, propongo una mirada al Tai Chi Chuan, como peculiar forma de atención plena y una reflexión sobre el significado de su popularidad en occidente hoy en día, desde la perspectiva de la psicología analítica.
Para entender las diferencias con otras formas de meditación, veamos cómo se concibe ésta en el taoísmo. Para ello consultamos al I Ching13 al respecto y esbozamos algunas consideraciones sobre la naturaleza del texto en general y de la respuesta en particular, pues sobre éste se asientan los principios del taoísmo más arcaico. Se trata incluso de una obra anterior al Tao Te King de Lao Tse…
En el hexagrama 52 se aborda tal asunto…
“Ken / El aquietamiento, la montaña.
La imagen del signo es la montaña, el hijo menor de cielo y tierra. Lo masculino se halla arriba, sitio donde ambiciona estar de acuerdo con su naturaleza; lo femenino esta abajo, hacia donde conduce la orientación de su movimiento. De este modo hay quietud, puesto que el movimiento ha alcanzado su fin normal…”
La imagen de la montaña posee al mismo tiempo la del pico y la del valle, lo masculino y lo femenino, el ascenso del espíritu, el logos, el animus, el descenso de lo femenino, el anima. De allí que ambas naturalezas confluyan en el lugar que les corresponde en una imagen que las contiene… Hillmann en su artículo: Picos y valles14, hace una reflexión para distinguir el camino de la psicoterapia de cualquier vía espiritual, señalando que la de la psicoterapia es la vía del descenso, del valle, mientras que la espiritualidad supone el encumbramiento, el ascenso hacia el pico. Se oponen así los caminos del alma y el espíritu.
Pero en el taoísmo se hace apología del valle y la imagen de la montaña es la confluencia de dichas polaridades. Estamos aquí ante una espiritualidad que supone el descenso y el contacto con la oscuridad como la vía. El Tao Te King15 es elocuente al respecto:
“El espíritu del valle no muere,
a saber, la hembra oscura.
El portal de la hembra oscura
es la raíz del Cielo y de la Tierra.
Perseverante, sin interrupción,
actúa sin agotarse”. p. 52
De tal forma que el taoísmo propone un tipo de espiritualidad en donde confluyen alma y espíritu, esto es, psique y logos. Hillman considera que el camino de la psique está plagado de imágenes e incorpora el reconocimiento de la relatividad del ego en el encuentro con la inmensidad del inconsciente. Lo oscuro. Distingue tal vía del camino espiritual al describir éste como un ascenso en donde se vence la sombra por fuerza de la luminosidad que termina en una especie de visión iconoclasta. Pero la imagen que nos deja este aforismo del Tao Te King, deja claro el lugar de la oscuridad en esta concepción de la espiritualidad. Quizás podamos hablar, confrontando a Hillman, de una espiritualidad no ascensionista. Lao Tse (Ibídem.) propone seguir el tao y este es el camino de menor resistencia en búsqueda de lo más bajo, tal como el agua.
Si los ríos y los mares son superiores a los arroyos,
es porque saben mantenerse siempre más abajo que estos.
Por eso reinan sobre ellos. p. 115
Para Jung (Ibídem.) no hay preponderancia del valle sobre el pico, al igual que la imagen de este hexagrama, afirma que somos pico y valle al mismo tiempo.
Continuando con el I Ching y el hexagrama en cuestión, Más adelante Wilhelm16 plantea su interpretación del texto original, haciendo la distinción que nos ocupa, con otras formas de meditación:
“Aplicado al hombre, se señala aquí el problema que consiste en alcanzar la quietud del corazón. Es sumamente difícil aquietar el corazón. Mientras que el budismo aspira a la quietud mediante un desvanecimiento paulatino de todo movimiento en el nirvana, el punto de vista del libro de las mutaciones sostiene que la quietud es tan solo un estado de polaridad que siempre tiene por complemento el movimiento”.
Y luego señala: “Tal vez las palabras de este texto contengan indicaciones para el ejercicio del yoga…”
Mas adelante continua…
“(…) no se debe proceder con violencia en los ejercicios de meditación y concentración. Antes bien ha de desarrollarse la quietud a partir de un estado de recogimiento interior. Cuando se pretende obtener quietud a la fuerza, con violencia y con ayuda de una rigidez artificial, la meditación conducirá a graves perturbaciones.”
Aquí se perfila la forma propiamente taoísta de meditar. Esta se expresa a mi manera de ver, en los ejercicios de Tai Chi Chuan, tan popularizados hoy en día en países desarrollados de occidente.
¿Qué es el Tai Chi Chuan?, ¿ejercicio, danza, deporte, arte marcial o meditación?
Para el observador occidental puede tratarse de una danza o de una especie de kung fu en cámara lenta. Incluso si reparamos en el hecho de que se hacen competiciones de Tai Chi podemos considerarlo un deporte. Los mismos chinos lo clasifican dentro de las artes marciales o Wu shu. Para estos existen innumerables estilos, pero fundamentalmente estas se dividen principalmente en dos grandes ramas: los estilos externos desarrollando la energía externa (el mantis, la grulla, el tigre, etc), orientados a la defensa contra un enemigo externo y los estilos internos (Pa Kua, Sing I, Tai Chi), orientados a la defensa contra los enemigos internos por medio del cultivo de la energía interna respectivamente. ¿Pero quién me ataca desde adentro? La respuesta es: todo aquello que nuble mi visión de la realidad. Esto es, aquello que perturbe mi entendimiento. El miedo, la ansiedad, la tristeza, la rabia. Los antiguos guerreros comprendieron, por ejemplo, que, si te invade el odio por tu enemigo, se agita tu corazón y se nubla tu visión de la realidad, provocando la derrota (te precipitas o te paralizas). Del mismo modo que los antiguos médicos comprendieron que el cuerpo se enfermaba también por las mismas razones que se perdía una batalla. Todas las enfermedades estaban asociadas a tales estados emocionales. Dirían ellos, un desbalance de la energía es la causa principal de la enfermedad.
Esta misma confusión para poder definirlo, impregna de sentido al Tai Chi Chuan si lo tomamos como forma de meditación. ¿Un medio de serenar y calmar el corazón, de buscar la paz, en forma de arte marcial, evocando en sus movimientos, ataques, defensas, proyecciones y llaves? Luego, ¿cómo se pretende la quietud por medio del movimiento? Entonces lo que vemos ante la confusión para definir esta práctica, es lo paradojal en su propia esencia. El puño y la patada que acarician el aire, podemos ver lo gentil de un puñetazo y la quietud de un movimiento que casi se hace imperceptible para el observador.
Un artista marcial que entrena para ralentizar su movimiento en lugar de buscar la rapidez ya es una gran contradicción. Pero el Tai Chi es imagen, expresión y gesto, por lo que tiene un poder evocador para el que observa, así como para el que lo ejecuta. Así que lo primero que podemos decir al observar a un ejecutante y al experimentar el Tai Chi, es que se trata de una conjunción de opuestos. La guerra y la paz, el movimiento y la quietud, el ejercicio y el descanso, la fuerza y la suavidad confluyen en la ejecución del Tai Chi Chuan, permitiéndole al practicante la experiencia de los opuestos.
La dificultad para categorizarlo responde al hecho de que es el producto de una cosmovisión fundamentada en lo paradójico. Nosotros recibimos una educación lógica basada en el principio de no contradicción. Toda la metafísica occidental se basa en la idea básica de Parménides de que el ser es y no puede ser y no ser al mismo tiempo. Parménides triunfa sobre Heráclito y se impone la visión excluyente de la lógica parmenídea.
Para Lao Tse el ser es y no es al mismo tiempo. Los contrarios confluyen y existe una apertura para la naturaleza paradojal del alma humana que es reprimida en el desarrollo de la cultura occidental. El camino de la ciencia es el de la conceptualización. Definir es delimitar. Esto es esto y no aquello. Ya en la antigüedad puede verse el poder de este modelo de pensamiento en Grecia. Epicuro enfrentaba el miedo a la muerte, por ejemplo, explicando que nunca estaremos muertos, pues cuando la muerte esté, nosotros ya no estaremos. Es decir, no se puede estar muerto. Ergo, no hay nada que temer. Sin embargo, sabemos gracias a la aproximación al alma humana que permite la psicoterapia, que la gente puede estar muerta antes de morir, cuando estudiamos la fenomenología de la depresión. Es decir, el alma humana, tal cual lo advierte Jung, es profundamente paradójica. De allí que el desarrollo subterráneo de la alquimia fue decididamente compensador para la cultura europea durante la Edad Media y El Renacimiento. Hoy día la penetración del taoísmo cumple la misma función de compensar dicho unilateralismo que caracteriza a Occidente en su conjunto como modelo civilizacional.
El Tai Chi Chuan como mantra en movimiento.
De las formas de meditación antes mencionadas, la que más se asemeja al Tai Chi Chuan, es la del mantra. Se trata de un conjunto de misterios expresados en imágenes, que se recitan con todo el cuerpo. Este tejido de imágenes arquetípicas se repite con ligeras variantes, lo que exige al practicante un nivel extremo de atención plena al movimiento y la postura, cuidando el balance a la hora de desplazar el centro de gravedad, siguiendo el principio de comodidad. Pero ¿qué recitamos cuando ejecutamos las formas del Tai Chi Chuan? El origen del Tai Chi como noción, se remonta a los orígenes mismos del taoísmo. Según Richard Wilhelm17 en su estudio introductorio al I Ching, libro de las mutaciones, Tai Chi traduce literalmente: viga principal o viga maestra, el trazo que alude al comienzo original de todas las cosas, pues divide el espacio. Entonces, “(…) Con esta línea que en si misma es unidad, aparece en el mundo la diada, la dualidad, pues simultáneamente con ella se establece arriba y abajo, derecha e izquierda, delante y detrás (…) el mundo de los contrarios, ying – yang.” P. 67
Es así como el I Ching propone una visión del mundo basada en la mutación, en los cambios entre estas dos polaridades (día – noche, macho – hembra, frío – caliente, movimiento – quietud). Por otro lado, el vacío, como en un gran recipiente, permite que el lector encuentre su propio sentido, su Tao personal en el momento que lo requiera.
Fue inspirado en este antiguo tratado que Lao Tse en el siglo VI A. C. desarrolló la filosofía taoísta en su Tao Te King. Acerca de este texto, Marie Wholfeil comenta18 en el prólogo a la edición de 2004 de la traducción de Richard Wilhelm del Tao Te King:
“El Tao Te King, por su brevedad epigramática, es un libro de sabiduría casi tan inagotable como el Tao, el sentido, del que trata. La fuerte y directa impresión que ejerce sobre nosotros hasta hoy día, casi tres mil años después de su creación, se debe al hecho de que Lao Tse traduce sus cogniciones en imágenes elementales, por no decir arquetípicas.” p. 11
En este texto se enuncian los principios de la flexibilidad, la humildad, la frugalidad, en fin, se propone un tipo de vida que compensa muy bien nuestra actual tendencia a la inflación e hipertrofia del ego y las rigideces de las defensas que lo constituyen. En este sentido, en el siguiente aforismo, vemos como la vida se asocia a lo blando, a lo humilde y flexible como valores fundamentales:
El hombre, cuando entra en la vida (cuando nace),
es blando y débil,
más muere rígido y duro.
Las plantas, cuando entran en la vida (cuando nacen),
son tiernas y delicadas,
más mueren tiesas y secas.
Lo duro y rígido es compañero de la muerte,
lo blando y flexible,
de la vida.
Con armas rígidas se puede vencer.
A los árboles fuertes les aguarda la tala.
Lo fuerte y grande es inferior.
Lo blando y flexible, superior.
Cuenta la leyenda19 que el general Cheng, inspirado en los 81 aforismos del Tao Te King, crea un estilo de Kung Fu llamado Cheng Tai Chi Chuan o el puño de la viga maestra del maestro Cheng. El esquema o forma principal de este estilo, está conformado por 81 series de movimientos, cada una correspondiente a un aforismo del Tao Te King. De esta forma, cuando se realiza el esquema de Tai Chi Chuan, se recitan los principios del Tao Te King con todo el cuerpo… Como una oración que se reza con todo el cuerpo. Este estilo compuesto con movimientos lentos y circulares que luego estallan en explosivos y veloces, fue afinándose hasta hacerse más lento, sutil y sofisticado, colocando el acento en la suavidad más que en la explosión y la marcialidad, en la lentitud más que en la velocidad y en la sutileza, más que en la fuerza. Llegando a ser lo que es hoy, una vía de meditación en movimiento que pretende sintonizarnos con los principios expuestos en dicho texto.
La estructura del esquema de movimientos es tal cual la de los mantras; compleja y circular, en donde el practicante, como es el caso del recitador de mantras, tiene que estar totalmente concentrado pues puede ser que se equivoque en la recitación de las oraciones. Es un recurso para que la mente no divague, para que se centre en el momento presente, acallando los pensamientos. Tal es el caso del esquema del Tai Chi Chuan, las series de movimientos son complejas y se repiten de forma circular, emulando los ciclos de la naturaleza, llevando al practicante a experimentar en su propio cuerpo el eterno retorno de lo mismo.
Lo circular, remite a lo cíclico y esto tiene su origen en la observación de la naturaleza. Nuestra cultura occidental tiene su asiento en una espiritualidad que deviene de una religión histórica en cuyo relato tenemos un Génesis y un Apocalipsis, es decir, un principio y un final. Esta perspectiva nos hace experimentar el tiempo en forma lineal, histórica, mientras que aquellas culturas cuyas religiosidades son cosmogónicas, experimentan el tiempo de forma circular. No hay un final de los tiempos, la muerte es una antesala al renacimiento, siempre es hoy, por lo tanto, no hay carrera por alcanzar el porvenir. Tal es la cosmogonía que subyace a la práctica del Tai Chi Chuan.
El cuerpo… De máquina a microcosmos…
Esta práctica nos pone en relación muy particular con nuestro cuerpo. Los deportes occidentales y los sistemas de entrenamiento corporal basados en el rendimiento físico (desarrollo muscular, aumento de la capacidad cardiovascular, etc.) son muy eficientes en el mejoramiento general de la condición física. La ciencia del deporte tiene sus fundamentos en la medicina moderna que ve el cuerpo humano como una máquina. Ese imaginario médico prevalece a la hora de experimentar nuestro cuerpo. De allí que cuando nos dicen que debemos poner atención a nuestra salud y para ello, someternos a un programa de ejercicios, inmediatamente pensamos en agotadoras sesiones en un gimnasio que no tiene nada que envidiar a una cámara de tortura de la Edad Media, llena de complejas máquinas de entrenamiento en las que calcinamos cuádriceps, pectorales o bíceps.
Solo tenemos que escuchar al cardiólogo hablar del corazón; un importante órgano de nuestro cuerpo. Su caracterización está basada en la imagen del carburador de un vehículo a combustión. Igual, los órganos femeninos son considerados solo como “aparato” reproductor, noción que circunscribe la sexualidad femenina a una función pragmática y utilitaria cuyas repercusiones han tenido un elevado costo para la humanidad en detrimento de lo femenino e hipertrofia de lo masculino, en lo que se conoce como la prevalencia de lo patriarcal en nuestra cultura.
Se trata de la masificación de todo un imaginario patriarcal que se erige en torno al principio filosófico del mecanicismo que no es sino una antropomorfizacion que nos permite explicar los fenómenos de la naturaleza como si fueran artefactos creados por nosotros. Hoy en día no solo han quedado demostradas las limitaciones del mecanicismo a nivel de comprensión de la naturaleza, debido entre otras cosas a que no toda la realidad es explicable en términos lineales de causa – efecto, sino que además nos hace vivirnos como máquinas atrapadas en un mundo maquínico. Se trata de una visión que forma parte y promueve un modelo cultural y civilizacional que considera al sujeto como un simple engranaje de un sistema productivo. Terminamos siendo robots que tienen que estar bien aceitados y por eso vamos al gimnasio.
Para la medicina tradicional china, cada órgano está asociado a un color, un planeta, un elemento de la naturaleza y unas emociones que están íntimamente vinculadas con su funcionamiento. Para llegar al diagnóstico del órgano enfermo, tienen que ver cómo todos estos elementos están interactuando. No solo observan el estado del cuerpo, sino que también se fijan en las emociones y en la forma como el sujeto todo se relaciona con su entorno. Para estos, el cuerpo es un microcosmos, por eso no se enfocan en curar la enfermedad, en erradicar sus causas, sino en restituir el equilibrio del microcosmos, sintonizarlo con el macrocosmos para que el cuerpo se cure por sí mismo.
En la práctica del Tai Chi, la circularidad y la armonía de los movimientos, sincronizados con la respiración, permiten vivenciar al cuerpo como microcosmos. Cada postura y cada movimiento evocan aspectos de la naturaleza y de la mitología que ponen en contacto al practicante con imágenes arquetipales que emanan fuerza vital. Una energía psíquica que se encarna en el gesto y el movimiento, convirtiéndose en una experiencia estética de contemplación. Aquí la presencia del alma y no solo del espíritu en esta peculiar forma de meditación.
El objeto de contemplación varía de una a otra de las tantas artes meditativas, casi siempre girando en torno o acompañando a la respiración, uno de los principales objetos de contemplación. Esto puede ir de la mano de visualizaciones u objetos externos, así como de la recitación de mantras.
En el Tai Chi Chuan el objeto de meditación es el propio movimiento sincronizado con la respiración, así como la conciencia del propio cuerpo cambiando, pasando como el cosmos, de movimientos de contracción a movimientos expansivos, fluyendo como un río que sigue un curso natural.
Imágenes arquetipales y poética del movimiento.
Ejecutar la forma del Tai Chi Chuan, es una experiencia estética. Hay mucho de placentero en hacer Tai Chi. Estamos acostumbrados a ir corriendo de aquí para allá, apurados todo el día. Sentados en puestos de trabajo que nos entumecen o haciendo trabajos forzados que nos sobre exigen y nos agotan.
El cuerpo se va anudando y nuestros movimientos se van haciendo entrecortados, así como nuestra respiración. Esa es la antesala de la enfermedad, física y mental. Realizar el esquema del Tai Chi de forma fluida y consciente, se convierte en un gesto que enaltece la dignidad del cuerpo, sometido a diario a nuestros malos tratos. Y es que para quien observa externamente dicha ejecución, lo que ve es la expresión de un gesto poético, de un conjunto de metáforas entrelazadas que expresan imágenes arquetipales provenientes de la experiencia de los maestros taoístas de sí mismos y de la naturaleza. Muchos de los nombres de secuencias del esquema, expresan lo que quiero decir. Veamos un par de imágenes arquetipales presentes en el esquema19.
Peinar la crin del caballo salvaje, es un movimiento de Tai Chi, que sirve para estimular energía yang de hígado y aliviar estados de stress y ansiedad, evocando una imagen realmente arquetípica en donde el hombre es capaz de tratar con sutileza un aspecto muy poderoso y salvaje de sí mismo. Es la expresión de una conjunción de opuestos: hombre – animal, sutileza – fuerza, civilizado – salvaje, ternura – fuerza bruta… Es un movimiento que evoca la imagen de la doma. El testimonio de un poblador de Chiloé, aclaró esta imagen para mí. Asistiendo a una veterinaria amiga, presencié el sacrificio de un caballo cuyo dueño nunca pudo domar del todo y producto de su salvajismo, se lesionó al tratar de escapar de quien lo herraba. El poblador me dijo que este sujeto era muy rudo con ese caballo y que él, de origen mapuche, tenía una relación diferente con sus caballos. Me habló de la doma al estilo de los indígenas. Sin montarlos. Esto consistía en hacer primero un vínculo con el animal desde que es un pequeño potro. Pasearlo, alimentarlo, hablarle, acariciarlo y peinarlo con frecuencia, al punto que cuando lo van a montar por primera vez, la resistencia es casi inexistente. Entonces me mostró muy orgulloso un video en donde él silva en un campo abierto y viene corriendo una hermosa yegua marrón y se le acerca para que le haga cariño, tal como lo haría una perrita.
Aquella hermosa imagen en medio del horror de haber sacrificado ese caballo herido fue vivido por mi como un sueño que me hizo comprender un importante principio del taoísmo expresado en el esquema del Tai Chi. De cómo las poderosas fuerzas de la naturaleza no tienen que ser dominadas ni conquistadas, sino acariciadas. Este sujeto, como los indígenas, se fusiona con su animal. Esta forma es también una invitación a tomar, con la misma delicadeza, nuestros propios aspectos más instintivos, representados por la imagen del caballo, y acariciarlos, no reprimirlos como muchas veces nos impone la sociedad o nosotros mismos. La condición humana se ha desarrollado gracias a esas fuerzas instintivas y salvajes, no a pesar de ellas. La doma del caballo representó un paso esencial en el proceso civilizatorio de la humanidad. Lo mismo es experimentado por el individuo en su relación con las propias pulsiones. En esta práctica se propone una visión de la cultura distinta a la del malestar en tanto que represiva de los instintos. Hay una conjunción respetuosa con lo animal y salvaje de donde surge la fuerza para hacer cultura. En este sentido la cultura no es producto de la supresión de lo salvaje ni la represión de los instintos, sino de su incorporación amable y compasiva. El movimiento es en sí mismo la expresión de esto… Al hacerlo el practicante puede sentir que acaricia con suavidad el aire entre sus manos, pasando de una postura de mucha estabilidad y fuerza en sus piernas, desplaza la energía en forma de atención, a sus manos que flotan, diluyendo la tensión física con atención plena al movimiento. Una vez dominado, es muy útil la incorporación de la imaginería de peinar la crin reluciente de un caballo salvaje…
Ver detalle del movimiento en este video.
Detalles adicionales del movimiento en este video.
Abrazar al tigre y regresar a la montaña (Ibídem): Movimiento yang de estómago. Para la MTC el estómago es como el intendente del cuerpo. Este movimiento ayuda a la capacidad del estómago de absorber los alimentos que necesitamos, pues en el movimiento se hace un masaje a este órgano.
El tigre es el único animal que en la mitología china se puede enfrentar al dragón, es de gran fiereza, a diferencia del caballo, no puede ser domesticado, al menos no como éste, cuya energía se puede poner al servicio del hombre. Entonces estamos ante instintos y fuerza también, pero instintos y fuerzas más salvajes e incontrolables. Su naturaleza carnívora lo hace ser una amenaza para el hombre. La letalidad de sus ataques inspira para los chinos tanta marcialidad que uno de los principales estilos de las artes marciales se basa en los movimientos de la bestia. Para el horóscopo chino el que nace bajo este signo es un líder agresivo, competitivo. Cuando alguien es exitoso en cualquier área de la vida, en China le dicen que es un tigre (de la matemática, los negocios, la pintura, etc.). Es decir, para pelear, competir, enfrentarse a retos, se hace uso del tigre como imagen apotropaica.
La montaña por su parte es un símbolo de quietud para los chinos. Imagen de lo inamovible, hijo menor de cielo y tierra. Si se desea estar cerca del cielo se asciende a la montaña. Los templos taoístas están inmersos en importantes montañas y su arquitectura se inspira en la imagen de estas, para crear ese espacio sagrado que posibilita un contacto con lo celeste. Son un símbolo de vida espiritual, de retiro.
De esta forma, abrazar al tigre tiene que ver con la posibilidad de ponerse en contacto con todos aquellos aspectos de nosotros mismos que nos ponen en actividad, que nos permiten luchar, pelear por lo que se quiere. Se difiere así radicalmente de la imagen del monje aislado del mundo, dedicado a la paz y enfrentado a todo aquello que suponga fiereza, instintos y agresión. Según esta visión de lo espiritual, lo mundano tendría que ser rechazado a fin de contactar lo sagrado. Esa imagen que Bly denuncia, del hombre santo del New Age queda superada con este ejercicio. En Juan de Hierro, Bly hace toda una crítica del ablandamiento de lo masculino por la prédica New age y la pérdida así de las cualidades de la acción, la voluntad, la determinación, propias de lo masculino.
Practicando el movimiento de abrazar al tigre y regresar a la montaña, aprendemos que para poder encumbrarnos y ver todo desde arriba, para retirarnos con la intención de contactar nuestra espiritualidad, debemos antes abrazar el tigre. Restituir y conciliarnos con eso salvaje y guerrero que nos hace enfrentar los retos de la vida. Retos que ocupan la energía psíquica en la primera parte de la vida. No haber pasado por allí produce un desbalance psicológico que puede ser el caldo de cultivo de tantas patologías que padecen no pocos líderes espirituales cuya psique se unilateraliza hacia el ascenso, el encumbramiento, los picos sin valle de una montaña incompleta. La serenidad no se alcanza negando ese aspecto inquieto, salvaje y agresivo que nos constituye, sino abrazándolo, incorporándolo, de alguna manera, realizándolo.
Ese retorno a la montaña se experimenta durante el movimiento como una recuperación de la fuerza, la fiereza. Luego del centro, un afianzamiento en la tierra y la vida se concluye encarnando la montaña como totalidad, esto es, como pico y valle a la vez.
En la experiencia del movimiento sentimos el afianzamiento del centro pues es un movimiento estático, esto es, sin desplazar el tándem. Se asciende de una postura de contracción con las rodillas flexionadas y las manos cruzadas al frente, a una expansión donde estiramos los brazos con las manos apuntando al cielo, para luego flexionarnos y contraernos aún más doblando el torso para hacer el gesto de abrazar algo que está en la tierra, para elevar luego el torso y regresar a la posición inicial con las manos cruzadas al frente con las rodillas flexionadas en posición de jinete. Esta posición es dentro de las prácticas taoístas, tan importante como la posición de loto para las yóguicas. El progreso dentro de estas disciplinas supone pasar largos periodos de tiempo en esta posición, concentrados en la respiración. Para los médicos taoístas esta postura aumenta la fuerza, el arraigo y la estabilidad20.
Buscar la aguja en el fondo del mar, la garza blanca extiende sus alas… son algunos de los nombres poéticos del Tai Chi Chuan.
Cada uno de estos movimientos, además de hacer circular la energía vital por un conjunto de órganos en particular, nos invitan a meditar acerca de eso que evocan. No se trata solamente de elevar la mano a 45 grados mientras flexionamos las rodillas o de repetir un movimiento mecánicamente por tanto tiempo o tal número de veces, sino de fundirse en la imagen evocada, representar el gesto, encarnar un principio que está simbolizado por un animal, ser mitológico o personaje de cuento.
La imagen es ese reservorio de energía psíquica capaz de movilizarnos, sacarnos del piloto automático de nuestros complejos personales inscritos en los de nuestra cultura occidental, titánica, prometeica, escindida. Bien sea en nuestros sueños… Esos mitos personales… o en los mitos… Esos sueños colectivos. Cuando reflexionamos sobre la imagen, el caudal de significados es inagotable, mientras que, si reflexionamos sobre algún concepto producido por la razón, la tendencia es a la univocidad, esto es, a la definición, a la demarcación por medio del lenguaje, a la tendencia de la mente, muy útil en muchos aspectos de la vida, a decir: esto es esto y no aquello. Pero hay una dimensión de nuestra existencia que se resiste a dicha reducción, que necesita ser elaborada, vivenciada de alguna manera. El cuerpo todo se desmaquiniza encarnando por medio del gesto, las imágenes del Tai Chi Chuan. Encontramos así que la unidad mente-cuerpo es susceptible al efecto de la metáfora. Esta no solo es capaz de contener significado, sino también de mover energía psíquica, de afectar eso que Jung llamó el psicoide como conjunción de materia y forma, mente y cuerpo, sujeto y mundo.
Publicado en la revista de la asociación venezolana de psicología analítica (AVPA) número 7: Tai Chi Chuan. Arquetipo y Sentido en Movimiento Hacia una Hermenéutica de la imaginería del Tao
1 Eliade, Mircea (2002). El Yoga: inmortalidad y libertad. Fondo de Cultura Económica. México.
2 “En “El malestar en la cultura” (1930) afirma Freud que el desamparo infantil y la nostalgia consecuente por el padre son la fuente de las necesidades religiosas. En este contexto, el “sentimiento oceánico” (concepto extraído de la mística hindú y ofrecido a Freud por Romain Rolland) es descrito como sensación de eternidad, de indisoluble unión a la totalidad del mundo exterior. Tal sentimiento, dice Freud, podría tender al restablecimiento del narcisismo ilimitado”. Tomado de:
«Neurociencias y psicoanálisis aplicado». Ed. Juan Manuel Jimenez García. Gijón, 2014. ISBN: 978-84-617-1629-6. pgs.: 85-112.
3 Fromm, E., Suzuki D. T. (2003) Budismo Zen y psicoanálisis. Fondo de cultura económica. México.
4 Watts, Alan (1973). Psicoterapia del este, psicoterapia del oeste. Kairos. Buenos aires.
5 Eliade, M. (2001). Chamanismo y técnicas arcaicas del éxtasis. Fondo de cultura económica. México.
6 En la serie se narra la historia de la llegada de Osho a Oregon y la conformación de una secta en donde se puede apreciar el profundo nivel de alienación de sus seguidores, en su mayoría sujetos norteamericanos con formación académica. Digna de un estudio desde la perspectiva de la psicología analítica, el fenómeno nos hace pensar en una religiosidad en sombra que luego aparece en forma de sectarismo enajenante.
7 Jung, C. G. (2009). OC, Volumen 11. Editorial Trotta. Madrid.
[1] Naranjo, C. (2015). Budismo dionisíaco. La llave. Barcelona.
8 Vattimo, G. (1989). El sujeto y la máscara. Península. Barcelona.
9 Eliade, M. (1981). Lo sagrado y lo profano. Punto Omega. Guadarrama.
10 Wilhel, R., Jung C. G. (1961). El secreto de la flor de oro. Paidos. Buenos Aires. P. 18
11 Elorduy, C. (1991). Chuang Tzu. Monte Avila. Caracas.
12 Wilhelm R. (2004). Lao Tse. Tao Te King. Sirio. Málaga.
13 _________ (1982). I Ching. El libro de las mutaciones. Edhasa. Barcelona.
14 Hillman J. (2000). Peaks and vales en Working with images editado por Benjamin Sells pp. 112 – 136. Spring publications. Connecticut.
15 Wilhelm R. (2004). Lao Tse. Tao Te King. Sirio. Málaga.
16 Wilhelm R. (1982). I Ching. El libro de las mutaciones. Edhasa. Barcelona.
17 Wilhelm R. (1982). I Ching. El libro de las mutaciones. Edhasa. Barcelona.
18 Wilhelm R. (2004). Lao Tse. Tao Te King. Sirio. Málaga. P. 11
19 Su Yu Chang. (1995). El tejido invisible. Prensa universitaria. Caracas.
19 Su Yu Chang. (1995). El tejido invisible. Prensa universitaria. Caracas.
20 Lam Kam chuen. (2002). Chi Kung. El camino de la energía. RBA Integral. Barcelona.