Una aproximación a la conformación de la mitología del proyecto moderno occidental desde el imaginario del cine de ciencia – ficción
Introducción
El presente trabajo se inspira en el hecho sincronístico de 2009, del estreno casi simultaneo de las películas Avatar de James Cameron y Distrito 9 de Neill Blomkamp Dos realizadores pertenecientes a dos realidades y nacionalidades distintas, plantean ambos, dentro del mismo genero cinematográfico, a mi parecer el mismo problema, pero en dos formatos totalmente diferentes, lo que implica por supuesto, planteamientos estéticos también diversos.
La vivencia estética de ambos filmes, me hizo reflexionar como espectador, en el desarrollo de las temáticas principales de dicho genero a lo largo de su historia y su relación con la historia de occidente. Ambos me conmocionaron de forma diversa acerca del mismo asunto… El ego y su relación con la sombra en el contexto de la cultura moderna occidental.
Que un director de la talla de James Cameron diera un vuelco de 180 grados a la imagen del héroe y del extraterrestre ya era un hecho lo suficientemente significativo para gatillar dicha reflexión, pero que lo hicieran dos directores casi al mismo tiempo con planteamientos diametralmente opuestos desde el punto de vista de la narrativa cinematográfica, era ya algo profundamente significativo tomando en cuenta además la sincronía en tal hecho cultural.
Como fenómeno artístico, tal sincronía no se refería a las vidas personales de los autores, o al menos no solamente, sino a algo mas bien vinculado a la condición epocal… Aquello mismo que hizo que Heraclito y Lao-Tse hablaran exactamente del mismo concepto, al mismo tiempo (Siglo VI AC) y en culturas y geografías diametralmente opuestas. Dicho vuelco en el imaginario del héroe de occidente dentro del marco del genero de la ciencia – ficción, me llevo a revisar la evolución, el posible desarrollo de dicho imaginario. De esta forma inicie una investigación de la que el presente trabajo es apenas un planteamiento inicial sometido a revisión y discusión. De esta forma, me tope con dos temas que se me presentan como mitologemas de tal imaginería y que a mi parecer son expresiones arquetípicas de dos de los principales complejos de Occidente. Se trata de lo tecnológico como posible expresión del ego hipertrofiado y lo extraterrestre, como la alteridad. En ambas expresiones podemos rastrear aspectos sombríos de dicho modelo civilizacional, que aquí llamamos Occidente.
La Mitología de Occidente u Occidente como Mito
Las diversas culturas han proyectado en sus mitos, religiones y leyendas, imágenes que expresan profundos significados colectivos, que configuran el psiquismo propio de un determinado grupo en particular y de la humanidad en general. Podríamos hablar en términos junguianos de un inconsciente colectivo, con una dimensión universal y otra local o cultural.
Uno de los aportes más importantes de la psicología a la comprensión de los fenómenos culturales, lo hace Carl Gustav Jung con su noción de arquetipo. Con ésta refiere la idea, no de una representación, sino de la estructura previa a la representación, se trata de una preforma. En palabras del propio Jung (1981, p. 411):
“El concepto de arquetipo se deriva de la observación repetida varias veces de que por ejemplo los mitos y los cuentos de la literatura universal contienen siempre en todas partes ciertos motivos. Estos motivos los hallamos en las fantasías, sueños, delirios e imaginaciones de los individuos actuales. Estas imágenes y conexiones típicas se designan como representaciones arquetípicas. Tienen, cuanto más claras son, la propiedad de ir acompañadas por vivos matices afectivos… Impresionan, influyen y fascinan (…) El arquetipo es un elemento vacío en sí (…) una posibilidad dada a priori de la forma de representación”.
El arquetipo es el núcleo central de lo que Jung denominó complejo. Se trata de nódulos cargados de afectividad en el psiquismo individual, con tendencia a autonomizarse del ego. En este sentido, el complejo puede “tomar” al individuo. Así como el individuo estructura su psique en una particular configuración arquetipal expresada en complejos; las sociedades hacen lo propio con el psiquismo colectivo. Se podría hablar entonces de complejos colectivos expresados en relatos míticos, obras de arte, modas culturales, tendencias filosóficas, entre otras. De allí la fuerza que atribuyen todas las culturas a sus dioses.
En la investigación contemporánea de los imaginarios, se busca comprender las diversas constelaciones arquetipales de culturas y momentos históricos, para esto, el estudio de la literatura, el arte, las religiones, así como de las leyendas y costumbres, son de gran utilidad. Fue el filósofo Gilbert Durand, quien sistematizó, imbuido en el espíritu junguiano de Eranos, una socioantropología profunda, analizando dichas manifestaciones culturales, tal como el analista en psicoterapia hace con los sueños o síntomas de un paciente.
La civilización occidental atraviesa por un momento en el que pareciera estarse planteando la real posibilidad de su propio exterminio. En este sentido, es un signo de estos tiempos, como cuando acaba una era y comienza otra, la sensación apocalíptica. La recurrente reactualización de las diversas profecías – bíblicas, mayas, las de Nostradamus – parecen dar cuenta de una angustia colectiva que se instala en el imaginario del fin del mundo.
Siguiendo la línea de Durand, propongo responder a la pregunta que interroga por los principales complejos de la civilización occidental en los que reposa sin duda dicha angustia. Para ello, me sirvo de un género literario que surge si se quiere, en el pináculo de dicha civilización, se trata de la ciencia – ficción. Dicho género fantasea en torno a las posibilidades reales de la ciencia y en este sentido ha podido anticipar muchos de sus avances. Para ello puedo mencionar a Bacon, Johannes Kepler, luego en el siglo XIX: Mary Shelley, Julio Verne, como autores que ilustran lo dicho.
Recién nacido el moderno género literario, comienza a desarrollarse una tecnología a partir de la fotografía, que va a cambiar la forma de relatar historias en el mundo occidental. Se trata del cine. Como he dicho en otro lugar sobre el cine (Mata, 2018):
Suscribo la propuesta de Morin (2001) de ver en el cine la manifestación artística propia de la sociedad industrial occidental, tal como la tragedia fue la propia de la antigüedad griega.
El maridaje entre ciencia – ficción y cine se da de inmediato y de forma “natural”. Es George Méliès en 1902, quien lleva al cine una versión de viaje a la luna de Julio Verne, en lo que puede considerarse como la primera película de ciencia – ficción en particular y una de las primeras películas en general.
Plantearse un abordaje del imaginario del mundo occidental en este momento, supone preguntarse en primer lugar; ¿dónde y de qué forma reposan las imágenes arquetipales de un mundo que se pretende iconoclasta?, ¿es posible aproximarse a las mitologías de una civilización cuyo principio es la superación de “lo mitológico” por el logos? Una cultura logocéntrica, científica, tecnológica, industrializada, cuyo motor es la noción de progreso, ¿alberga en algún lugar la idea de lo sagrado?, ¿el pensamiento lógico, racional, no superó al fin al mitológico – simbólico?
Aunque la civilización occidental se erige sobre la “necesaria” secularización de la cultura como paso indispensable para el “logro” de la condición humana, de acuerdo con Eliade (1992), cuando se trata del establecimiento de la modernidad, estamos ante la imposición o la preponderancia de un mito sobre otros y no ante la superación de lo mítico propiamente tal; se trata del mito de la historia y su consecuente culto al progreso y la técnica.
Para Maffesoli (2005), estamos asistiendo a la caída de dicha cultura centrada en estos cultos, lo que se manifiesta en un retorno, propio de las culturas juveniles. Se trata del neopaganismo y el neotribalismo y una avasallante vuelta de la imagen y con ello de lo imaginal, gracias a los avances de lo audiovisual y lo digital, que nos hacen transitar una era postindustrial, postmoderna, en fin, postimprenta.
En este contexto, cabría preguntarse por el gran impacto psicológico, ético y estético de películas como la saga de La guerra de las galaxias[1] en los setenta y ochenta, en las que las personas dormían a la entrada de las salas del cine para asegurarse un puesto en el estreno. Hoy en día el fenómeno de Avatar de James Cameron nos induce a pensar de qué forma logran cautivar el imaginario colectivo hoy en día, imágenes arquetipales tan arcaicas como la del árbol sagrado, el paraíso edénico y la condición de participación mística (Bruhl) en la que viven los seres que habitan en la luna Pandora del planeta Polythemis. ¿A qué se debe la depresión y los pensamientos suicidas reportados por fanáticos de la película en varios foros de Internet?[2] Muchos de los que reportan dichas ideas suicidas, confiesan la fantasía de renacer como el héroe de la película en el mundo Na’vi, ¿estamos ante una representación postmoderna del paraíso celestial?, ¿qué significa la imagen de un “Rambo” lisiado, un subproducto de las incursiones bélicas norteamericanas como héroe de la aventura?, ¿esta vez a dónde se realiza el viaje del “heroe”?
El Ego Tecnológico y los Grandes Complejos de Occidente: (LAMINA 4)
El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. El peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots.
Erich Fromm.
Los inicios del género de ciencia – ficción pueden ser identificables en la imaginería utópica de finales de la Edad media y comienzos del Renacimiento con Tomás Moro y su Utopía (1515) y sobre todo Francis Bacon con su Nueva Atlántida (1612). Lo que identifica dicho género desde el principio, es el privilegiado lugar que ocupa el futuro como momento de realización de la condición humana y el profundo entusiasmo en el desarrollo de la técnica fundamentada en la ciencia experimental, como el asiento del progreso de la civilización.
La ciudad y su ordenamiento racional como modo ideal de vida del naciente hombre moderno, se erige como lugar, territorio de desarrollo y de progreso científico tecnológico en el que la condición humana llega a su clímax gracias a la superación de los estadios previos e “inferiores”, del mito y la religión.
Según Mircea Eliade (1994), se instala un nuevo mito que pretende ser la superación de “lo mítico”, es el de la razón histórica. Dicho imaginario se asienta sobre una de las principales bases fundacionales de Occidente, La idea, muy judeocristiana, de que vivimos en un tiempo que tuvo un comienzo (El Génesis) y tiene un final (El Apocalipsis).
Tanto el positivismo como el marxismo se asientan sobre la noción de progreso y evolución histórica que lleva al hombre occidental a plantearse un cierto automatismo que conduce por el sendero de la realización de la condición humana en la consolidación de su racionalidad científica. De allí la necesidad de imaginar una cultura desmitificada, racionalizada y tecnológica. Esto constituyó el núcleo del imaginario del hombre occidental, lo que se reflejó en las tempranas obras de ficción científica de los precursores mencionados.
La dimensión arquetipal de la tecnología puede verse en el inventor Dédalo de la mitología griega y a su uso púber por parte de Ícaro. Así como también en el robo del fuego que realiza Prometeo. Ambos mitos dibujan la artificialidad de la naturaleza humana, así como su permanente tensión hacia lo sagrado. Somos esa tensión entre la animalidad y lo sagrado, el anhelo de ser dioses es nuestra principal virtud y desgracia al mismo tiempo. Fuente de consciencia y conocimiento y causa principal de nuestra expulsión del paraíso.
De esta manera, toda la imaginería de la ciencia – ficción, primero literaria y luego cinematográfica, va a estar orientada a representar y a darle forma a ese momento del tiempo que es el más importante para el hombre occidental moderno; el futuro. Recorrer las imágenes y los mitos en torno a ese momento desconocido, o mejor, incognoscible, del que no puede tenerse ninguna certeza, nos impone un paseo desde las utopías de la modernidad temprana a las distopías de la modernidad tardía, llegando a la disolución de la postmodernidad.
Dicho recorrido nos permite dar cuenta de la “personificación” de lo que he llamado el ego colectivo de Occidente en lo tecnológico. El dominio de los elementos, la conquista de la naturaleza, el ya mítico objetivo de la ciencia: predecir y controlar se constituyen en la fuente de consumación de una identidad colectiva del mundo moderno.
De esta forma, el nacimiento del hombre moderno viene acompañado del nacimiento de la razón instrumental y con ella, de la máquina. La máquina que lo moviliza, que sirve de vehículo para su cuerpo, que lo transporta a mundos inimaginables, mundos “bárbaros por conquistar”. (LAMINA 1)
La máquina es el instrumento de conquista por antonomasia. Conquista de la naturaleza, del espacio, del tiempo, de la historia, del cuerpo. En la obra de Julio Verne vemos la imagen fálica de la máquina surcando los aires para llegar a la luna o viajar al fondo del mar. Un falo que atraviesa, que viola el territorio antes consagrado sólo a los dioses y sus criaturas (Los cielos, el fondo del mar, el centro de la tierra). Una máquina que permite la incursión en territorios insondables y permite desvelar los misterios de las profundidades, del mar o del espacio sideral, para descubrir que no hay dioses ni demonios, para colocarnos ante la soledad de nuestra existencia, centro de la angustia del ser ahí, arrojado al mundo.
Este temprano entusiasmo por la ciencia, comienza ya a descender con ficciones como la de Mary Shelley y Robert L. Stevenson, en donde se construye la imagen del científico loco en representación de una razón instrumental delirante. (LAMINA 2). El Doctor Frankenstein llega a crear un monstruo que luego no quiere reconocer como suyo. Es una imagen de horror que le muestra el efecto del esfuerzo de su genialidad científica basada en el conocimiento. Un conocimiento prepotente, arrogante, que niega la existencia de lo sagrado, que se burla de la vieja alquimia y su principio de simpatía.
El monstruo de Frankenstein es la sombra del ego tecnológico representado en el científico obsesionado con conocer los secretos de la vida y la muerte. Se trata de un ser sin alma, sin historia, hecho de retazos, de pedazos de otros seres, un ser que no soporta su propia presencia, pero se trata también de una creación de un ser humano que logra autonomizarse de su creador que intenta imitar a Dios.
Shelley Está presagiando los efectos alienantes de la era maquínica que estaba por instalarse. Desde entonces, buena parte de la ficción del mundo occidental gira en torno al imaginario de la autonomización de las creaciones humanas y la posible emergencia de la consciencia en éstas. Haciendo una elipsis, viajamos a Odisea 2001 del espacio de Arthur Clarke (LAMINA 3) llevada al cine en 1968[3] por Stanley Kubrick en donde se recrea la lucha central del hombre de la modernidad, un sujeto que ha sido capaz de conquistar el espacio, pero que en esa conquista se ha perdido a sí mismo y debe recuperarse enfrentándose a la computadora Hall 9000 quien se apodera de la nave y de la misión, pues ve en los seres humanos entes prescindibles por sus debilidades. La máquina no se cansa, no tiene necesidades, no se detiene, es infalible, tiene capacidades ilimitadas para el trabajo en comparación con el hombre. En esta película y en subsiguientes ficciones del género, podemos leer una metáfora del eje de todos los sufrimientos que se labran en torno al logro del progreso.
Las metas que se impone el hombre moderno demandan un sujeto no humano capaz de equipararse con las cualidades de la máquina. La conquista de la naturaleza, del espacio, etc., precisan la “trascendencia” de lo que se conoce como condición humana. Podríamos hablar de una “titanización” de lo humano. De allí muchas de las enfermedades y sufrimientos del hombre actual (Burnout, stress, insomnio, infartos, y toda una amplia gama de dolencias psicosomáticas), que se siente desbordado por sus propias aspiraciones y ambiciones ilimitadas. De allí la necesaria creación de ese ego artificial que no padezca de tales limitaciones… El robot.
La escena en la que Hall 9000 arroja fuera de la nave a uno de los astronautas y desconecta a los tripulantes que hibernaban a bordo, corta la conexión del astronauta que reparaba la antena y deja afuera al que tripula a EVA, la capsula fuera de la nave, quedándose a cargo, comandando la nave, prescindiendo de dirección humana alguna y flotando en el espacio, en lo que podría considerarse una extraordinaria imagen de la inflación del ego y de la ruptura del eje ego – si mismo[4]. Es una buena metáfora de la confusión del ego con el si mismo, de la parte con el todo. Cuando el individuo cree que el yo racional es la totalidad de la psique y desconoce otras dimensiones de la condición humana que no están contempladas en sus metas para el futuro. La deshumanización de tal escena es tal, que la muerte no es acompañada de gestos de dolor, no hay rostro para el sufrimiento.
Ya en Terminator (1984)[5] de James Cameron (LAMINA 4), puede verse un mundo manejado por máquinas y un género humano reducido a cenizas, tratando de resistir a la inteligencia titánica de los robots que no paran de matar. El avance del orden maquínico va socavando la condición humana, la va tragando como en la imagen de Tiempos Modernos de Chaplin el hombre es tragado por el engranaje (LAMINA 5).
Es una visión apocalíptica en la que el momento más importante para el moderno; el futuro, le pertenece por completo a las máquinas, como si la única manera de conquistar ese momento es volviéndose máquina, transfigurándose en robot. La batalla es en el presente, el robot viene del futuro para acabar con el líder de la resistencia humana. La máquina nos muestra en esta película, al robot como sombra de una cultura que avanza de forma desmedida en la realización de su ideal de progreso sin reflexión. Un futuro habitado solo por maquinas donde lo humano es solo un rastro.
La forma de avanzar es representada en el film por Terminator, que persigue a Sara Connor sin descanso, sin tregua, es indetenible, un verdadero Titán, la expresión más acabada del titanismo del hombre contemporáneo obsesionado con la producción sin límite, el progreso sin límite, el enriquecimiento sin límite. Nada detiene al robot en su persecución de la futura madre. Expresión de cómo esta cultura patriarcal ha pretendido acabar con lo femenino que no tiene cabida en el mundo del progreso indetenible. Puro titanismo. El monstruo mecánico debe matar a la madre, lo oscuro, lo irracional, lo que contiene, alberga y da a luz. También es una expresión del niño divino. La guerra se da en la película por salvaguardar esa especie de mesías que está por nacer. Debe ser exterminado a como de lugar, como lo intentó hacer Herodes con Jesús.
Esta visión apocalíptica es profundizada a niveles psicológicos en Matrix de los hermanos Wachowsky (1999)[6]. (LAMINA 6) Este film ya no se ubica en un presente con esperanzas de defenderse de un futuro maquínico que se le viene encima, sino que se ubica en un presente ilusorio, de una raza humana encadenada a la máquina que parasita de su energía. A cuatro anos del lanzamiento de Windows 95, con un sujeto que habita la red www, el mundo está controlado por la máquina, es la máquina la que vive del hombre y no al revés. Somos la energía de las máquinas, simples baterías. La sombra, que en Frankenstein nos perseguía, hoy ya nos tomó. Parasita totalmente la energía de nuestra vida. Es una psique tomada por la sombra.
Estamos dormidos soñando que tenemos una vida, pero no es así. He aquí el otro gran mito fundacional de nuestra contemporaneidad. La emergencia de un mundo virtual que reemplaza al real. El film de Matrix es una metáfora de cómo el mundo mediático de la contemporaneidad nos hace soñar, soñamos a través de la máquina. Toda la industria cultural constituye una maquinaria de los sueños. De alguna forma vivimos a través de dicha maquinaria, mientras toda la energía psíquica está al servicio del mecanismo del Estado y del Mercado, las dos expresiones reales de las principales utopías de la modernidad (El capitalismo y el marxismo).
No puedo comentar todos los filmes clásicos que tratan el problema de la distopía (1984, de George Orwel, THX – 1138 de George Lucas, Blade Runner Ridley Scott, entre otros), ni siquiera agotar la interpretación de los símbolos presentes en los ya comentados, dado el espacio dispuesto para este artículo. Lo que quiero dejar planteado es la conformación de un ego tecnológico que marca el inicio de la cultura occidental y se ve en las primeras ficciones científicas del siglo XVI hasta el entusiasmo de Verne (S. XIX). Y que luego ese entusiasmo se transfigura en una visión apocalíptica en la que el hombre es esclavizado por sus propias creaciones.
El mito subyacente apunta a plantear el problema de la necesidad del hombre de crear y el peligro de luego sucumbir ante la creación. Crear como acto liberador, lo coloca en el peligro de la autonomización de su creación. El Estado surge como forma de organizar la convivencia, pero luego se constituye en Leviathan que limita las libertades individuales. El mercado surge como mecanismo de producción e intercambio de bienes y luego nos esclaviza y aliena. El hombre crea mecanismos que luego lo devoran. El ego que se articula en torno a la creación tecnológica, se configura frente a una naturaleza que debe descubrir, conquistar, poseer y controlar. Las máquinas que inventa con ese fin, terminan apresándolo. Este es el primer gran complejo que podemos identificar a raíz de las obras de ciencia – ficción, en relación con el hombre occidental moderno.
El segundo gran complejo se configura en relación con la alteridad, con lo otro, lo diverso. Una cultura que se asienta sobre los valores de una racionalidad instrumental, rinde culto a la luz, la forma, la medida. Todo aquello que no comulgue con dichos cánones, queda en sombra. La sombra de una persona polarizada en los ideales del yo, identificados con la razón, tiende a ser gigantesca, pues todo aquello perteneciente al territorio de los instintos, las pasiones, es visto como parte de esa naturaleza a conquistar y controlar. Es lo natural en el hombre que debe ser contenido y si es posible suprimido por la razón… “Civilizado”.
El hombre europeo de la modernidad naciente (1492), se embarca a conquistar el Nuevo Mundo y a encontrarse con otro que no es reconocido como humano. Las discusiones acerca de si los indios y los negros tenían alma o no, son elocuentes al respecto. Tanto africanos como indios, incluso chinos o japoneses, son vistos como primitivos, gente de mentalidad arcaica, inferiores o simplemente inhumanos.
La otredad se erige como algo que aterroriza y fascina a la vez. Los sacerdotes jesuitas que viajaban para evangelizar a otros pueblos y con ello a “civilizar” a los “bárbaros”, terminaban en ocasiones fascinados ante las riquezas que suponen para sí, las diferencias.
La otredad es también proyectada en los cielos. Ante la consciencia de la finitud de la existencia humana, lo efímero de nuestros cuerpos terrestres, proyectamos en el cielo, existencias trascendentes, incorruptibles, eternas, todopoderosas que compensen la angustia producida por la única certidumbre humana… La muerte[7]. La polarización monoteísta en un solo valor universal, llevó a la posterior secularización con el desplazamiento de Dios por la razón. Este despoblamiento del cielo ha traído nuevas imágenes que compensan la carencia de eso trascendente inaugurando un espacio de recepción de las imágenes de la alteridad producidas por la cultura occidental en el transcurso de su historia. Es aquí donde se inscribe el mito de los OVNI, estudiado tempranamente por Jung (LAMINA 7), quien inmediatamente se percata de la importancia de dichas imágenes para el hombre moderno (hay que tener en cuenta que Jung presencia en vida el boom de los OVNI y su rápida popularización por la ciencia – ficción).
Lo Extraterrestre y la Otredad
Jung reconoce en la forma de los platillos voladores una imagen del sí mismo (self) que viene a compensar el desolado mundo espiritual de Occidente. Destaca la marcada dimensión religiosa de los avistamientos y la posterior relación humano – extraterrestre. Un avistamiento, luego una experiencia de contacto relatada por un autor, son analizadas por el psiquiatra como experiencia mística de arrobamiento, como epifanización de lo sagrado. Es esa dimensión de la imagen de lo extraterrestre, muy alimentada por los filmes de ciencia – ficción, la que propongo estudiar en su desarrollo cinematográfico como expresión de la alteridad en el imaginario colectivo de occidente.
El espacio de este pequeño artículo impide una interpretación de los principales filmes que abordan el tema de lo extraterrestre, así como un comentario a fondo de la simbología de algunos de ellos, pero trataré de exponer algunas ideas fundamentales que orientan mi investigación en el campo de la psicología social desde una perspectiva arquetipal.
La ficción de una posible cultura extraterrestre, es representada inicialmente, como bárbara. Así, en las escenas del Viaje a la luna de George Mèlié (1902), (LAMINA 8) vemos a dichos habitantes de nuestro satélite, vistiendo como indígenas, portando flechas y comportándose como tales. Este film es muy importante porque conjuga los dos complejos estudiados. Por un lado el ego tecnológico conquistador y por el otro la alteridad inferiorizada.
Así como la ciencia – ficción construye la identidad de la cultura que se erige contra los mitos a partir de la configuración de lo tecnológico, construye la otredad a partir de la imaginería que se articula en torno a la vida extraterrestre. El cielo es el espacio vacío sobre el que el hombre ha tejido a lo largo de su historia, la urdimbre de las relaciones entre seres divinos. Una cultura sin dioses, ha dejado el cielo despoblado de vida divina. En compensación, se ha ocupado de imaginar las posibilidades de vida extraterrestre.
La primera representación imaginaria de lo extraterrestre, es como bárbaros, aunque antropoides. Luego, ya a mediados de siglo XX, se trata de seres con características insectoides, expresión de una naturaleza animal muy arcaica y oscura. Son seres inferiores, monstruosos que pueden invadir, pero no poseen ninguna inteligencia, pueden ser derrotados con nuestra tecnología militar. (Lamina 9)
El hombre occidental se siente amenazado por lo desconocido, por lo otro. La alteridad es representada de forma monstruosa y primitiva. Los primeros filmes de los años 50, en plena Guerra fría permiten ver la proyección de lo otro como aquello que invade, aquello que es inferior y amenazante. Lo monstruoso evoluciona hacia la imagen de seres humanoides. (LAMINA 10) El monstruo que toma a la chica sugiere una arremetida de lo sexual instintivo reprimido. La represión del puritanismo de esa época en los Estados Unidos, proyectaba lo instintivo como sombra, de alguna manera presagiaba la invasión, el asalto de lo sexual y los instintos orgiásticos que se avecinaban en los 60.
Todavía en los 50, el film The day the earth stood still (LAMINA 11) muestra la otra cara de lo extraterrestre. Se trata de una existencia más evolucionada, tecnológica, espiritual y políticamente que viene a la tierra para alertarnos de los peligros del uso bélico de la energía nuclear. Comienza a dibujarse el rostro de la naturaleza angélica de lo extraterrestre. Posteriormente y hasta nuestros días, la representación de lo alienígena se ha bamboleado entre estos dos polos.
En 1977, Steven Spielberg da forma a esa cara sagrada de lo extraterrestre (LAMINA 12). Encuentros cercanos del tercer tipo muestra la epifanía de lo extraterrestre como un proceso sagrado. El éxtasis místico, el arrobamiento y la posesión casi hasta la locura, dan cuenta además de un tipo de religiosidad, que sin las imágenes clásicas del cristianismo, pretende retomar la dimensión mística de lo religioso, tan olvidada por las religiones oficiales. Así como revivir una esperanza real de ser rescatados por seres superiores.
(Vemos la montana, imagen arquetipal de ascenso espiritual, expresión del anhelo ascensional del espíritu, haciendo alusión en la película a la montana sagrada, de seguro primera experiencia humana de ascender a los cielos y acercarse a los cielos. Arriba el OVNI, posado sobre ella, como imagen arquetipal del si – mismo. La compulsion con la que el protagonista se dirige a la montana para el encuentro con seres del mas allá, abandonando su vida mundana, familia, hijos, etc, es expresión del anhelo de totaliad, de completud, expresada en la circularidad mandalica del OVNI, tal como lo plantea Jung en su ensayo sobre los ovnis.)
Ya en 1982, el mismo realizador explota dicha imagen angélica en E. T. (LAMINA 13) Un personaje totalmente vulnerable, amable, una figura infantil. Tiene el tamaño de un niño de 9 años, anda desnudo, parece asexuado, lo que asegura una imagen de inocencia. Sólo con los niños se comunica. Ya definitivamente el extraterrestre, se constituye en una esperanza para una humanidad sumida en una guerra fría que amenaza con acabar con el mundo. La única salvación es la amistad con eso otro, que aunque muy distinto, aunque contraviniendo los cánones estéticos humanos, la narración se esfuerza por hacérnoslo asimilar como tierno, lindo pero de otra manera. E.T. hace potable la imagen de la alteridad. Un otro poderoso, de muchas formas mas evolucionado, pero al mismo tiempo portador de una inocencia y fragilidad particular.
Allien (Ridley Scott, 1980), (LAMINA 14) es una producción que contrasta con esta imagen y viene a recordar el rostro demónico de la alteridad que siempre nos acecha. Se apodera de los cuerpos humanos y los destruye desde adentro. La invasión del allien nos recuerda la posesión de la sombra. Aquí no hay posibilidad de negociación, se trata de un monstruo, algo sin alma, muy primitivo, una forma arcaica de vida, totalmente invasiva y destructiva. Una vida parasitaria que nos roba nuestra propia alma. La alteridad como la propia sombra del hombre moderno occidental.
El poder del mito OVNI ha tenido repercusiones importantes desde el punto de vista de la psicología social del mundo occidental contemporáneo. Hoy en día, se han constituido infinidad de sectas en torno a este mito y han articulado un conjunto de relatos desde donde se resemantiza la historia sagrada de occidente y se pretende conciliar incluso: ciencia y religión. Por ejemplo la evolución del mono en hombre es explicada por intervención genética extraterrestre (Odisea 2001 del espacio). La guerra de los dioses griegos es interpretada como guerra entre extraterrestres buenos y malos. Igualmente Jesucristo es considerado habitante de un lejano planeta cuya civilización es mucho más adelantada que la nuestra y él viene a enseñarnos en aras de nuestra evolución y desciende de los cielos en un platillo volador (Caballo de Troya J. J. Benitez).
Esta absorción de la historia sagrada de occidente por el mito OVNI, la configuración de grupos humanos[8] en torno a la posible llegada de los extraterrestres, así como sus consecuencias más catastróficas (suicidios colectivos), no sólo no podrán abordarse en este pequeño artículo, sino que ameritan un estudio aparte y en profundidad. Sin embargo, es importante señalarlo para reflexionar aquí sobre el impacto de las distintas imágenes de la alteridad que han recogido las versiones cinematográficas de lo extraterrestre.
En el 2009 Se estrenan casi simultáneamente dos filmes que tratan sobre extraterrestres y ambos construyen el mismo sentido de forma diametralmente opuesta. Se trata de Distrito 9 (lamina 15) y Avatar. (LAMINA 16) Esta última mucho más taquillera que Distrito 9, pero ambas películas abordan prácticamente los mismos problemas, sólo que una es negativo de la otra. Lo que Avatar muestra con luminosidad y belleza extraordinarias recreando un mundo ideal, Distrito 9 lo hace recreando un mundo sórdido explotando los sentimientos de repugnancia y horror. Avatar vuela por los aires de lo mítico y lo sagrado en una estética de video juego, mientras que Distrito 9 es recreado con un realismo que hace uso del lenguaje del documental.
Ambas películas son un reflejo de la condición epocal. En el caso de Avatar habría que comenzar por comentar las distintas reacciones de sectores reconocibles. Para la Iglesia, representa una influencia negativa por promover una religiosidad panteísta, mistérica y mística, un tipo de espiritualidad muy contraria a la del Evangelio.
Por otra parte, desde la acera del psicoanálisis lacaniano ortodoxo, el éxito del film es producto de la estupidez de la gente, de una debilidad psíquica, intelectual, que le hace proclive a ese tipo de espectáculos. Para estos, se trata de una regresión a estadios primitivos de la cultura ya superados por el hombre moderno. Es un arcaísmo. Mientras que Evo morales la alaba por expresar el espíritu pacifista, ecologista, presente en las culturas indígenas de Bolivia[9].
El héroe del film es un veterano de guerra lisiado, podemos decir que es un Rambo venido a menos. Éste logra recuperar la fuerza y la destreza, incluso maximizarla, viviendo a través del cuerpo de un Na’vi creado genéticamente para explorar el mundo de Pandora.
De esta forma es usado por la empresa invasora / colonial, para dar cuenta de las debilidades de los nativos con el fin de apoderarse de un mineral que está en la base del árbol – madre en el que se cobija la comunidad. La incursión en este mundo, desde el cuerpo de un Na’vi, generan fascinación en el soldado y gradualmente se va dando un proceso de conversión del héroe.
La proeza de este héroe es dejar de ser él, transmutarse en el otro que pretendía invadir, en el otro que era visto como enemigo, como aquel que yace sobre lo que se desea obtener. Mientras que la cultura patriarcal, tecnológica y bélica a la que pertenece el héroe pretende conquistar y dominar el matriarcado de los Na’vi, el héroe encuentra su ánima cuando conoce a Neytiry, una feminidad artemisal que lo inicia en la forma de vida Na’vi.
En este caso el extraterrestre es pintado no como invasor ni como visitante, sino como invadido, como víctima. Son seres telúricos, de cuerpos gigantes, animalescos y muy sensuales, que incluso incitan cierta zoofilia entre los espectadores. Notese como aquí lo animalizado del extraterrestre es celebrado por una estética y una sensualidad que permite que dichos seres pasen de ser amenazas que nos pueden devorar a ser objetos de deseo con los que quisiéramos cruzarnos. A diferencia de esta belleza, en Distrito 9 (LAMINA 17) se trata de unos seres parecidos a cucarachas gigantes que causan repugnancia en el espectador. Son visitantes que se quedan varados sobre Johannesburgo por una avería de su nave.
No vienen a la Tierra en son de guerra, pero inmediatamente se convierten en visitantes molestos a quienes se les da unos espacios a las afueras de la ciudad. Unos guetos idénticos a los que existían cuando tenían confinados a los negros en Sudáfrica. Es una metáfora del apartheid político por motivos raciales que en este país llega a extremos inhumanos. No llegaron a imponerse por la fuerza, sino por necesidad. Así como llega el inmigrante latinoamericano a los Estados Unidos o Europa. La percepción del alienígena da cuenta de la repugnancia por lo diverso que siente el hombre occidental. La alteridad invasiva, molesta y peligrosa, solo por diversa.
En esta película también se trata de un antihéroe, pero en este caso, literal. Es el burócrata de una compañía que está encargada de confinarlos en otro sitio en donde sean menos molestos. Este personaje tiene que hacer el trabajo sucio, tener contacto con esa especie depravada, de mal vivir.
En Avatar al contrario, se hizo un esfuerzo por crear el mundo de la otredad idealizada. Un mundo de belleza extraordinaria con una flora y una fauna salvajes y exóticas, llenas de energía lumínica, que gracias a la tecnología 3D, podemos habitar por tres horas para quedar encantados y aborrecer la intervención norteamericana de destrucción de un espacio que para los nativos es sagrado.
La cultura matriarcal de los Na’vi, vive en total armonía con la naturaleza. Se trata de un Paraíso edénico en el que sus seres están en participación mística (Bruhl) con la naturaleza toda que además está cargada de energía psíquica, es una naturaleza almática. Ellos se conectan con los animales por medio de sus colas y su cabello. Es una conexión simpática que elimina las relaciones de poder de una especie sobre otra, es más un matrimonio o hierogamia.
La conexión con el bosque de las almas es la metáfora de la dimensión neurovegetativa tan violentada por nosotros y nuestra forma de vida. Recuerda algunas prácticas religiosas de naturaleza mística que cultivan la vivencia de lo sagrado en el propio cuerpo. Es la revolución de los yoguis en la India según Eliade, donde triunfa lo místico / corpóreo sobre el logos teológico. Igualmente el budismo con las distintas formas de meditación, el taoísmo en China o la religiosidad de los indios Yaqui reseñada por Castaneda.
La fuerza patriarcal se impone destruyendo el axis mundi representado por el árbol sagrado, antiguo símbolo universal y morada de los nativos. Los Na’vi resisten de forma heroica y el héroe demuestra el gran dominio de sí en la batalla, pero al final no vence por la fuerza o por su propio ingenio, sino porque Neytiry, su ánima artemisal lo rescata y sobre todo, porque logró la ayuda de esa prodigiosa naturaleza que viene en auxilio no del héroe, ni siquiera de los Na’vi, sino del equilibrio. Esto producto de una verdadera conexión con la totalidad, al final su mayor proeza.
Infinidad de animales combaten a los soldados humanos, simbolizando las fuerzas del inconsciente, del sí mismo (self) que actúan en nosotros y no por nuestra voluntad. Son expresión de eso transpersonal que nos habita y que tiende al equilibrio en nuestra psique y a lo que nos cerramos pretendiendo encontrar la solución desde el ego y con el sólo auxilio del logos.
Al final la verdadera proeza del héroe es la transformación al punto de la propia muerte que simboliza la muerte del ego personal y la ampliación de la consciencia al renacer en un cuerpo Na’vi, un nuevo ser más amplio, más integral, un cuerpo humano / animal, donde se integran en armonía el logos y el instinto, es la incorporación de lo animal reprimido en los cuerpos robotizados del hombre occidental postrado en el sofá. El viaje del héroe en el film, simboliza el camino de individuación, de diferenciación y ampliación de la consciencia, pero a la vez de retorno al self de donde emerge.
El logro del héroe es devenir en otro (LAMINA 18). Alteridad que se constituyó para su cultura de origen en obstáculo, como lo maligno que debe ser conquistado o arrasado. Lograr ser otro para rescatarlo, para salvarlo de una fuerza yoica desmedida que arrasa con la diferencia. Al rescate de la diferencia por la transfiguración/disolución del yo. Único camino del héroe hoy en día, individuación o única salida de nuestra cultura encerrada en el yo cartesiano.
Por otro lado, el héroe lisiado es a su vez el sujeto contemporáneo massmediatizado. Un yo que experimenta una vida extraordinaria, no cotidiana, diluyendo su identidad frente a la pantalla del televisor, del computador o del video – juego. Quizás única posibilidad de enfrentar las barreras que impone la máscara del ideal del yo de una sociedad que nos esclaviza en los engranajes “liberadores” del Estado y el mercado. Ante tal estrechez, la vida se abre de forma virtual ante la pantalla que devora en sus engranajes las posibilidades de lo humano.
El Avatar viene también a representar una posibilidad de sustitución identitaria que permite expandir el angosto mundo de vivencias del hombre contemporáneo. Un hombre lisiado por la guerra, por el control, por la alienación, por la educación de masas, una identidad que busca un yo que le permita relacionarse con el mundo desde otra ventana, experimentando otras relaciones, otro mundo en los juegos de roles, como diría Jung, la personalidad número 2, que es la que debe reprimir para adaptarse a las convenciones de la realidad social.
Quizás esos Avatares creados para transitar una vida virtual sean como en la película, la transición hacia otra realidad. Quizás sean la balsa que nos conduce por el sendero de una transformación progresiva o mas bien sean la marca de la decadencia de la cultura patriarcal de dominio y control de la naturaleza, la muestra del agotamiento de la razón instrumental por explicar y controlar, de una cultura fundamentada en una identidad rígida que dificulta la conexión con el mundo y con el otro. Una vía de escape que posiblemente trace un camino de acceso a otros planos relacionales que permitan experimentar la otredad.
En Distrito 9, el héroe por accidente se contagia con una sustancia que lo contamina de otredad. No es su deseo devenir en otro. La alteridad lo toma como por obra del destino, de forma clásicamente trágica. Al convertirse en otro debe luchar del lado de la alteridad, debe salvarlos de los hombres para salvarse él. La única posibilidad de retornar él, de salvarse, es salvando al otro, al invasor, al repugnante; para ello, esa alteridad que le causa tanta repugnancia, lo toma, lo posee, lo vuelve otro.
La alteridad se presenta como destino ante la posibilidad de la autodestrucción. Es la salida cinematográfica y literaria que propone la ficción imaginal, pero parece ser la única salida ante una cultura que rebasa sus propios límites humanos. Una civilización que se destruye a sí misma y al planeta donde habita.
El soldado veterano lisiado por la guerra descubre lo extraordinario de la otredad mientras que el burócrata de Distrito 9 deviene en otro irremediablemente por accidente. En ambos casos se dibuja la muerte del sujeto – burócrata y soldado – anónimo, diluido en la masa, para renacer en el otro que repudiaba o que enfrentaba respectivamente.
El sujeto unidimensional que esta agobiado por la rutina, cuya capacidad de crear queda castrada por la irremediable repetición mecánica de una vida sin sentido, robotizada y sujeta al engranaje de un sistema que lo devora y diluye su individualidad, reconstruye su mismidad desde la otredad, incorporando y no negando eso que en principio lo amenaza.
De esta forma vemos la posibilidad de trazar una evolución en el imaginario de ciencia ficción, por una parte del ego colectivo de Occidente y por la otra de la alteridad. En el intento de tal recorrido me topo con otro posible mitologema que puede dar cuenta del drama que subyace al proceso de massmediatizacion de la cultura. La emergencia de una realidad virtual que se vive a través de la pantalla como sitio de encuentro con el otro y con lo otro, ciertamente desdibujado por la conformación de nuevas identidades o mejor decir, identificaciones, que permiten experimentarse también desde otro, ensayar otras mascaras o reconstruir la propia de diversas formas.
Entre los escenarios de investigación que se abren al científico social en general y al psicoterapeuta en particular, están sin duda los que se desprenden de esa otra existencia en la pantalla. Comunidades virtuales y video juegos plantean un reto transdisciplinario en la comprensión de nuestra contemporaneidad.
En todo caso, entre el entusiasmo por la ciencia y la técnica y su demonizacion, creo que conviene encontrar un punto medio que justamente nos brinda la psicología analítica cuando nos permite una aproximación desde lo arquetipal. Dédalo nos muestra que podemos alcanzar los cielos pero nunca los conquistaremos, que la ganancia de nuestro ingenio tiene unos limites que pueden costarnos la vida si no los aceptamos.
El conocimiento, la consciencia supone ser como dioses pero el costo es vivir fuera del paraíso, enfrentar nuestra finitud y vivir con la angustia de sus inevitables consecuencias. El hombre tomado por los monstruos de la razón, abandona la vida para explicarla y dominarla. Mientras tanto es perseguido por ese ser hecho de retazos que le reclama afecto y reconocimiento, que de tanto negarlo se convierte en su propio verdugo.
El cosmos despoblado de dioses y seres, deshabitado de sentido y significado, se convierte en un vacío insoportable haciéndonos sentir como entes arrojados a la nada. Un cielo que dejo de hablar al hombre moderno o que mejor dicho, este se empeño en no escuchar, hoy es solo territorio a conquistar, vacío a ser poblado por una especie que devora su mundo, acaba con la pachamama y consigo mismo. Una especie que invierte millones de dolares en explorar las posibilidades de hacer habitable lo inhabitable. Una especie que no se haya ni dentro de su propia piel.
Es ese mismo cielo que dejo de hablarnos el que hoy es poblado por infinidad de razas extraterrestres buenas y malas que vuelven a simular el polemos divino de la antigüedad. En el recorrido por las distintas imágenes que nos hacemos de lo extraterrestre vemos, además del pánico a la alteridad, un intento de incorporación y una posible transformación del héroe en donde su muerte y renacimiento suponen la incorporación en su mismidad, de todo aquello con lo que se enfrentaba, de todo aquello que consideraba amenazante e inferior. Quizás a lo que vale la pena poner atención es a ese nuevo héroe que en su proceso de transformación se vuelve otro. Que en la lucha descubre que no hay otro camino sino morir y que solo la muerte por inevitable, nos hace humanos.
En un momento en el que el planeta enfrenta una clara amenaza ecológica, militar y política (Calentamiento global, guerra nuclear, crisis migratoria de desplazados hacia las potencias occidentales), emerge el atisbo de cierta consciencia desde el genero de la ciencia ficción, en el que quedan planteados, dramáticamente en imágenes elocuentes, el posible devenir futuro de todo un modelo civilizacional.
Expresión simbólica de lo que muchos autores convienen en llamar postmodernidad, con sus nuevos valores en torno a los tan mencionados retornos… a la tierra, lo telurico, lo tribal, lo dionisiaco, al cuerpo, en fin… a la disolución de la rígida identidad del yo moderno en múltiples identificaciones.
Bibliografía:
Durand, G. (2006). Las estructuras antropológicas del imaginario. Fondo de cultura económica. México.
Durand, G. (1993). De la mitocrítica al mitoanálisis. Anthropos. Barcelona.
Eliade, M. (1992). Mito y realidad. Labor. Barcelona.
Eliade, M. (1994). Lo sagrado y lo profano. Labor. Barcelona.
Jung, C. G. (2001). Civilización en transición. OC. Volumen X. Trotta. Madrid
Maffesoli, M. (2005). La transfiguración de lo político. La tribalización del mundo postmoderno. Herder. México.
Stevenson, R. (2001). Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Editorial SM. Madrid.
Shelley, M. (2001). Frankenstein. Editorial SM. Madrid.
Verne J. (1977). 20.000 leguas de viaje submarino. Edival – Alfredo Ortells. Madrid.
Publicado en la revista de la asociación venezolana de psicología analítica (AVPA) número 5: Ego Tecnológico y Alteridad
[8] Un numero importante de sectas que le rinden culto a los extraterrestres, han proliferado como respuesta a lo que Jung llamo el agotamiento del mito cristiano. Amenos Vidal (2017)
[9] El presidente de Bolivia Evo Morales fue al cine, por tercera vez. “El Rey Pelé”, “Evo Pueblo” y ahora la obra de James Cameron “Avatar” obtuvieron el honor del mandatario de ser vistas y para esta última acudió con su hija de 15 años. La cinta le impactó mucho ya que en ella encontró un paralelismo con sus propias ideas. Pese a tener una “alta dosis de fantasía”, la película es «una profunda muestra de la resistencia al capitalismo y la lucha por la defensa por la naturaleza», destacó Morales. http://redjedi.forosactivos.net/t2569p45-avatar-2009-por-james-cameron
Pero en la rica lista de los críticos de la película de James Cameron aparecen, entre otros, el Vaticano. “La tontería sentimental”, así calificó la película el diario de la Santa Sede L’Osservatore romano. La llamaron bastante débil, “concentrándose en el mundo de Pandora, el director no atribuye el sentido profundo a la historia”. Afirman que a pesar de las impresionantes tecnologías de la cinta, la obra carece las verdaderas emociones humanas. Sus homologos de radio acusan a los autores de la película de haber creado “pseudo-doctrina que convierte la ecología en la religión del milenio”.
No es el primer caso de la crítica de la principal casa católica: “Harry Potter”, “El código da Vinci” también están bajo sus reproches por convertirse en una verdadera amenaza para los creyentes. Es curioso que el mismo periódico alabanza en su artículo para el 20 aniversario a “Los Simpson” los “reales y listos guiónes” de este dibujo animado.
[1] Uno de los productos de esa industria que ha cosechado mayor éxito en los últimos años es la saga Star Wars, cuyos seis episodios se encuentran entre las 40 películas con mayor recaudación mundial de la historia y suman la galáctica cifra de 4.324 millones de dólares sin contar ventas por mercadotecnia, derechos de emisión, ediciones en video y dvd, etc. (García Tojar, 2018)
[2] Así lo reflejan decenas de usuarios en distintos foros de internet sobre la película, como es el caso de «Avatar Forums», en donde existe un apartado dedicado al tema «Maneras de sobrellevar la depresión acerca de que el sueño de Pandora sea intangible», que sobrepasó las 1.000 respuestas en diciembre. http://hoycinema.abc.es/noticias-cine/20100111/avatar-provoca-depresiones-pensamientos-87196.html
[3] Año crucial para el movimiento contracultural, un mes antes del mayo del 68 frances. La psicodelia es parte de la estética de la película que se recrea con la imagen del movimiento en el espacio y deja entrever la caducidad del
[4] Se trata de la maquina autonomizada de su creador, del hombre, quien toma el control, el curso de la misión, así como el ego se autonomiza como complejo, del resto de la psique, del self, creyéndose o confundiéndose con este.
[5] Curiosamente año que Orwell escogio para su novela distopica, como momento en el que la humanidad estaría tomada por un totalitarismo de Estado policial y terrorista. Plena época Reagan.
hombre y el advenimiento del superhombre una vez librada la lucha con la maquina, llegando por sus propios medios mas allá de los limites humanos en la conquista del espacio y de si mismo.
[6] Una estética postmoderna, underground, en donde muestran la cotidianidad como una realidad virtual, aparente, mientras que la realidad como tal es oscura, a la sombra de las maquinas. El hombre ha destruido la atmosfera terrestre y literalmente reina la oscuridad. El agente Smith simboliza la reproduccion de lo identico y la aversion de lo diverso.
[7] El tono existencialista de este ultimo párrafo debe ser compensado con la idea mas afín al pensamiento de Jung, luego de incorporar la noción de sincronicidad, según la cual, lo psíquico no pertenece solo a la vivencia subjetiva. De forma que la experiencia de lo sagrado no puede entenderse solo como un fenómeno de proyección de esa interioridad hacia el afuera, como quizás es entendido clásicamente por el psicoanálisis que no contempla la existencia de la psique objetiva y por lo tanto ve en lo religioso solo un fenómeno de compensacion.
La contemplación del cosmos nos ha permitido por su parte llegar a la noción de lo eterno y constante, del orden. De forma que la vivencia psíquica esta conformada por dicha experiencia en donde el cosmos juega un papel en la configuración de lo que mas tarde Hillman llamara Anima Mundi, tratando de desubjetivizar lo psíquico, propuesta fundamental de la modernidad en donde la psique esta solo en el cerebro.